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El modelo procomún

«…entre tanta destrucción, está creciendo otro mundo, del mismo modo que crece la hierba entre las grietas del pavimento urbano, retando la hegemonía del capital y el Estado y afirmando nuestra interdependencia y nuestra capacidad de cooperar».
Federici, Silvia (2020) Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes

Junto al mercado y el estado hay un tercer modelo de organización social y económica, el procomún. Sumándose a los numerosos casos de producción, reproducción y gestión del procomún tradicional que se han sostenido a lo largo de los años, en las últimas décadas se han puesto en marcha proyectos tecnológicos, urbanos y culturales, algunos de los cuales utilizan licencias libres y abiertas, con modelos de producción, reproducción, gestión y toma de decisiones distribuidos y democráticos. Son proyectos diferentes entre sí, pero que comparten unos principios y calidades.

El procomún es un modelo de organización social que resuelve las necesidades y las relaciones sociales de manera colectiva a través de la autogestión y la co-producción, apropiándose comunitariamente de los recursos materiales e inmateriales necesarios de una manera sostenible, que no los agote ni ponga en riesgo. Un procomún implica la articulación de una comunidad que toma conjuntamente responsabilidades y decisiones, que produce colectivamente con su fuerza de trabajo, que se dota de unas normas consensuadas y, cuando es necesario, de unos bienes compartidos.

Cada vez más gente tiene claro que el modelo basado en la maximización del lucro privado ha fracasado, que es inviable e insostenible para la sociedad y para el planeta. Este modelo, todavía imperante, nos está abocando a una crisis social y una situación de emergencia climática sin precedentes. Ante esta situación, encontramos en el modelo procomún una manera de reorganizarnos para articular alternativas de sostenibilidad. Un modelo que puede ser complementario a otros modelos de organización democrática, de sostenibilidad ecológica y de economía solidaria.

 

Las formas procomunes son muy antiguas en las sociedades humanas, aparecen en diferentes situaciones y, muy especialmente, en situaciones de emergencia o catástrofe. Algunos procomunes tradicionales fueron erradicados en Europa en los siglos XVIII y XIX con el cierre de campos o las desamortizaciones, dando lugar a la acumulación capitalista y la revolución industrial. La erradicación o marginalización del procomún se extendió en los nuevos territorios que los imperios y estados emergentes europeos iban colonizando. La respuesta fue múltiple: conflictos de resistencia en la defensa de los comunes amenazados, resistencia a la colonización y la esclavitud, y la respuesta de los campesinos proletarizados (en algunos casos antiguos comuneros o sus descendentes) a través del asociacionismo obrero y el cooperativismo. Este proceso no ha acabado, modelos de autogestión procomunes, todavía ahora, están siendo cerrados o privatizados a través de la minería, la deforestación agrícola o de los gigantes tecnológicos. Pero el procomún, los recursos y los procesos (la riqueza colectiva, de la naturaleza, la infraestructura civil, las obras culturales, las tradiciones, el conocimiento,…), están presentes en nuestro entorno, y para preservarlos (desde una perspectiva social y medioambiental), hoy también podemos buscar respuestas en la auto-organización de la gente, el asociacionismo y en la revitalización y reinvención del cooperativismo, como el que propone el cooperativismo abierto.

El ecologismo nos ha enseñado la importancia de los ecosistemas interconectados, ha cuestionado el imaginario antropocéntrico situando a la especie humana como a una más, que a la vez tiene una responsabilidad sobre su impacto. La mirada procomún hace hincapié en la custodia en lugar de en la propiedad y en la importancia de la sostenibilidad para transmitir los recursos y el entorno ecológico a las generaciones futuras.

Se ha identificado la emergencia de modelos procomunes en el software libre (Linux, LibreOffice,…) y también en otras iniciativas, por ejemplo el campo de refugiados de Zaatari en Jordania o la red comunitaria de internet Guifi.net, la compartición de semillas en India, la protección de especies de patatas con valor genético en el Perú (Potato Park) o el CouchSurfing (oferta de dormir en un sofá a personas viajeras).

«Hablemos claro: el procomún no es una fantasía utópica. Es algo que está ocurriendo ahora mismo. Lo podemos ver en innumerables pueblos y ciudades, en el Sur global y en el Norte industrial, en comunidades de software de código abierto y en redes cibernéticas mundiales.»
Helfrich, Silke; Bollier, David (2020) Libres, dignos, vivos: el poder subversivo de los comunes

Pero los principios de los procomunes empiezan en el hogar, el ámbito doméstico es el espacio principal de la reproducción social y su sostenibilidad.

Y en este sentido se produce una confluencia entre el modelo procomún y el feminismo, que lo reinterpreta y lo transforma, poniendo de relieve la importancia del trabajo de reproducción invisibilizado en el modelo de mercado, donde cualquier forma de trabajo que no pueda ser objeto de transacción, por necesaria que sea, no es considerada. La perspectiva feminista permite hacer visible todo aquello que hace posible la sostenibilidad de un proyecto comunitario.

«El procomún («commoning») empieza en la familia. La cocina, donde se encuentran la producción y la reproducción y se negocian las energías del día entre géneros y entre generaciones. Es donde se toman por primera vez decisiones trascendentales en el reparto de tareas, en la distribución de los productos, en la creación del deseo y en el mantenimiento de la salud.»
Linebaugh, Peter (2010) Some Principles of the Commons. Counterpunch

Para trabajar la sostenibilidad de los proyectos procomunes hemos elaborado, en los últimos años, un modelo que quiere ser una herramienta de trabajo para los colectivos que quieren articular soluciones a retos comunitarios.

Modelo de sostenibilidad procomún

Un modelo de sostenibilidad es una definición modelitzada de cómo funciona o se propone que funcione un proyecto. Son elementos clave: la propuesta de valor – productos o servicios –, qué se hace, para qué perfiles de usuario, cómo se movilizan recursos, el modelo organizativo y de financiación y otros elementos orientados a la sostenibilidad del proyecto.

El modelo de los 5 pilares de sostenibilidad procomún se ha definido para trabajar estos aspectos en iniciativas y proyectos que resuelven necesidades o articulan las relaciones sociales a partir del auto-organización, autoproducción, la colaboración y autogestión colectivas. Pueden ser proyectos de autoabastecimiento de recursos y servicios, de la gestión colectiva de bienes comunes, de organización de las relaciones sociales o bien de producción colaborativa de bienes materiales o inmateriales que se ponen en abierto a disposición de quienes los necesite. Se trata de un modelo conceptual que contempla 5 dimensiones interconectadas en un proyecto procomún. El modelo utiliza un esquema visual que nos ayuda a situar estas relaciones y se utilizan diferentes variantes del esquema para profundizar.

Para que un proyecto procomún sea sostenible hay que encontrar una solución que mantenga el frágil equilibrio entre las motivaciones de los diferentes participantes: el reto reside al federar iniciativas y al encontrar el volumen adecuado de masa social, la motivación de un grupo diverso de personas que se autogobiernan, utilizan, gestionan y a la vez contribuyen (en el modelo de producción p2p y/o de intercooperación) a partes importantes del proyecto, con una visión, misión y valores comunes y con una política alineada de compartir conocimiento. Así hay que asegurar un equilibrio entre los cinco pilares.


Pilar de la comunidad. En el centro del modelo de los 5 Pilares hay la comunidad de personas que producen, cuidan, y utilizan un determinado elemento procomún que comparten. Se articula mediante mecanismos, herramientas y normas que permiten regular su funcionamiento. Los proyectos de la Economia Social, Solidaria, Cooperativa (ESSC) y los procomunes digitales, urbanos o de conocimiento, a menudo implican comunidades amplias y diversas. Estas dependen de procesos en los que la participación es clave, plantean modelos de gobernanza distribuida y las personas que participan en ellos quieren incidir en su entorno, de manera consciente y colectiva. La comunicación, la deliberación y la toma de decisiones son factores importantes a tener en cuenta.


Pilar de recursos a movilizar. Se ocupa de la movilización de recursos necesarios para la existencia del proyecto, materiales o inmateriales, que no son fuerza de trabajo. Pueden ser aportados por integrantes de la comunidad articulada entorno al proyecto o provenir de fuera de ella. Esto se puede dar según diferentes modelos de relación económica (libre disposición, donación, préstamo, intercambio, intercooperación, mercado social, mercado capitalista). Pueden ser recursos naturales, monetarios, financieros, materiales en desuso que se reintegran al circuito económico, contenidos escritos o audiovisuales, software informático, entre otros. Y, está claro, pueden servir para remunerar y/o compensar la fuerza de trabajo.


Pilar de coproducción. Se centra en la fuerza de trabajo, en las relaciones de producción que se establecen, en cómo se organiza la producción y en las motivaciones de las personas que participan. Se habla de auto-producción colectiva: la producción se hace dentro de una comunidad por parte de sus propios miembros, para resolver sus propias necesidades y retos. Hay que entender qué individuos, colectivos y organizaciones forman esta comunidad y cómo se relacionan entre sí; si parte de esta producción se hace fuera de la comunidad o en otras comunidades con las cuales se establecen relaciones, y si la producción responde solo a las propias necesidades o si se hace en abierto y todo el mundo se puede beneficiar de ella. Se observa toda la fuerza de trabajo humano, remunerado o voluntario, que hay que movilizar, coordinar y poner en colaboración.


Pilar de cogovernanza. Identifica las herramientas societarias y los mecanismos disponibles para posibilitar la participación de la comunidad impulsora, ejecutora y/o destinataria del proyecto en la toma de decisiones de manera horizontal, democrática y distribuida. Cuáles son las políticas de afiliación a un proyecto, cómo se puede pasar a ser miembro de la comunidad o entidad; cómo se consigue movilizar los recursos necesarios, qué compromisos de retorno y rentabilidad hay y cómo se puede acordar y ejecutar la distribución del valor generado entre las personas contribuidoras.


Pilar de compartir. Cómo compartir el conocimiento, las habilidades e incluso la producción inmaterial o material, puede ser clave para que un proyecto procomún se pueda ir reproduciendo de forma sostenible y también para que pueda ser replicado o adaptado. Se ocupa de tener mecanismos para transmitir, dentro de la comunidad, cómo se hacen las cosas (documentación, formación interna, aprendizaje compartido); de compartir en abierto mediante licencias públicas, publicación de archivos fuente, datos abiertos y colaboración con la réplica.