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Leed el artículo que publicó el medio catalán, Crític, sobre el Grupo de Actividad Cooperativizada Transitando, en femProcomuns, que quiere contribuir a trabajar y gestionar de forma colectiva la economía, la cultura y la sociedad. Lo hemos traducido al castellano.
Ignasi Franch. Crític
La cooperativa Sociedad Minera Olesana, la comunidad energética Solbrai o el grupo que habita Can Tonal, de Vallbona, son iniciativas diversas que organizan su gobernanza de forma colectiva.
El capitalismo de la escasez y de las crisis sigue recomendándonos que encontremos soluciones individuales a problemas estructurales. Pero la magnitud de retos como el del calentamiento global recomienda que repensemos nuestra forma de vivir y que lo hagamos colectivamente. La cooperativa integral de trabajo y consumo femProcomuns ha puesto su granito de arena en este sentido con el trabajo que realizan desde el Grupo de Actividad Cooperativizada Transitando, que quiere contribuir a trabajar y gestionar de forma colectiva la economía, la cultura y la sociedad. La iniciativa ha empezado a implementarlo en ámbitos esenciales como la energía, la gestión del agua o el problema persistente de la vivienda.
El primer paso para entender cómo se trabaja de forma colectiva es saber que, para que haya un procomún, es necesario que una comunidad custodie un recurso y se dote de unas reglas para hacerlo. Este recurso no estará bajo control y uso exclusivo de ninguna persona concreta. Algunos de estos recursos son obvios, como el agua, aunque la mercantilización del mundo haya supuesto privatizaciones de todo tipo de recursos naturales. Para David Gómez, miembro de femProcomuns, la terminología no es lo más importante: “Hay soluciones comunitarias que son un procomún, pero que no necesariamente se llaman o identifican así. Es la gente de la academia quien pone el nombre a la cosa”. Según Mònica Garriga, también socia de femProcomuns, “hay muchas definiciones de qué son los procomunes, pero sobre todo son maneras de hacer. El procomún comienza en la cocina de cada casa y no debe vincularse necesariamente con un modelo político”.
El agua, un bien escaso que se puede gestionar de otra forma
¿Qué gestión podemos realizar en torno a un bien esencial y escaso como el agua para que sea colectiva y democrática? Una de las entidades que participaron en las sesiones de Transitando fue la Comunitat Minera Olesana, una sociedad con más de 150 años de historia que se constituyó como cooperativa en los años noventa y que abastece a Olesa de Montserrat. Mantiene relaciones con proveedores locales, algunos de ellos cooperativas con las que mantienen una relación de intercooperación y han formado una cooperativa de segundo grado (Aigua.coop). El aumento del coste de la energía ha hecho que la Comunidad Minera Olesana haya instalado placas fotovoltaicas.
Enfrentarse a la crisis energética comunitariamente
En el grupo de trabajo sobre la energía —cómo se produce, transporta, transforma y utiliza contribuye a modelar el tipo de sociedad y su relación con el entorno natural— participó, entre otros actores, el Ajuntament del Pinell de Brai, que impulsa la comunidad energética cooperativa Solbrai junto con la cooperativa Azimut360 y el grupo ecologista GEPEC. El objetivo es instalar placas fotovoltaicas en diversos espacios, desde el polideportivo municipal hasta propiedades particulares, para aspirar a la autosuficiencia energética y escapar del modelo agresivo de grandes instalaciones de generación de energía eólica.
Tener una vivienda, mucho más que un derecho individual
Dentro del Ecosistema Transitando también tuvieron lugar sesiones de trabajo en torno a la vivienda, que a pesar de ser básico para unas condiciones de vida dignas, no está recogido como derecho fundamental. Así, se articulan iniciativas comunitarias autogestionadas para dotarse de vivienda. Entre los participantes estaban miembros de la comunidad de Can Tonal, de Vallbona, un proyecto social que se desarrolla en una finca del Baix Montseny que se encontraba en estado de abandono. “Son unas 70 personas que comparten su trabajo, las infraestructuras y las herramientas. Hacen mucho trabajo de evolución personal. Hacen jornadas de trabajo colectivo abiertas a quien quiera, trabajan mucho de forma autogestionada, utilizan la economía del regalo, y tienen esta idea que cada uno aporta según sus posibilidades y recibe según sus necesidades”, explica Mònica Garriga, de femProcomuns .
Comunidad en tiempo de competitividad
La idea de trabajar formas de hacer más procomunes se enfrenta a un clima adverso cultural e ideológicamente. La ciudadanía está invitada a competir, en lugar de compartir. Gómez se muestra preocupado por este contexto, que también influye en los proyectos que tienen cierta vocación social y solidaria. “Trabajamos la dimensión comunitaria de los proyectos porque no vemos sentido en el modelo de las empresas emergentes, que está orientado a que empiecen muchas iniciativas, compitan entre ellas y sólo una llegue a consolidarse. Es todo un sistema que debe desarticularse, pero resulta difícil entrar en la lógica de compartir”.
Garriga considera que el contexto social implicará cambios en la forma de organizarse: “Las situaciones de escasez que estamos experimentando pueden facilitar que fortalecemos las formas de funcionar que supongan que compartimos recursos, como los coches, entre todos”. Gómez también dimensiona que los procomunes van más allá de los factores económicos, que no sólo sirven para gestionar un recurso de forma sostenible que permita que siga disponible para generaciones futuras: “También significan apoyo mutuo, tejer lazos comunitarios”, recuerda.
Puede ser importante psicológicamente sentirse menos solo, pero Garriga dimensiona otro aspecto de la gestión comunitaria de los recursos: que las sociedades en las que los conocimientos fluyen son más horizontales y más soberanas. “Los procomunes también nos hablan de compartir conocimientos para que ningún individuo sea clave, o para que todos los individuos lo seamos. Un conocimiento distribuido permite una gobernanza distribuida y, por tanto, tomar decisiones informadas“. Para Gómez, tanto el modelo de mercado como la gestión estatal ofrecen servicios a través de unos profesionales enmarcados en una estructura jerárquica, lo que te deja en una posición de pasividad. No debes conocer nada; sólo recibir lo que se te da. Distribuir los saberes, sin embargo, nos hace sociedades más resilientes”.