Seminario: Soberanía tecnológica en tiempos de plataformas digitales

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El pasado mes de Junio hicimos un seminario titulado Soberanía Tecnológica en tiempos de plataformas digitales. Desde las bases conceptuales hasta las palancas de cambio en el Campus Mundet de la UB, invitados por el Grupo de Investigación Esbrina – Subjetividades, visualidades y entornos educativos contemporáneos. El seminario se dividió en dos sesiones de 2h cada uno, en las que primero presentamos los conceptos necesarios y luego discutimos las implicaciones de utilizar plataformas tecnológicas en contextos educativos. En este artículo trataremos de dar una visión general de los contenidos del seminario

Conceptos generales: ¿qué es un programa informático?

Antes de que podamos hablar de plataformas tecnológicas debemos tener una idea clara de lo que es un programa informático. Desde un punto de vista funcional y sin introducir muchos detalles técnicos, podemos entender un programa o aplicación como una serie de instrucciones que se ejecutan en un determinado hardware (un ordenador portátil, un servidor de Internet, un dispositivo móvil…). Generalmente, un programa recibe datos de varias fuentes (commandos enviados desde un ratón o teclado, datos que vienen a través de la red, el contenido de un archivo, etc.), los procesa, y devuelve una serie de datos como resultado: imágenes o texto a una pantalla, datos que se envía a través de la red o se escriben en un archivo al disco.

Una plataforma tecnológica no es más que un conjunto de aplicaciones interconectadas que comparten ciertos recursos y han sido diseñadas para funcionar de forma consistente. Por ejemplo, permitiéndonos utilizar las mismas credenciales para identificarnos en todas las aplicaciones, o haciendo que documentos creados en una de las aplicaciones estén disponibles automáticamente desde otras. Cabe señalar que los diferentes componentes de una plataforma tecnológica pueden estar ubicados en diferentes lugares, conectados por Internet: tal vez nos conectamos a una web que se sirve desde un centro de datos en París, pero la base de datos está en Marsella, las imágenes se descargan desde un servidor en Hamburgo y las copias de seguridad se envían a Oslo. Esto puede ser especialmente relevante si nuestros datos se transfieren a un país con legislación distinta a la nuestra (por ejemplo, respecto a la protección de datos personales).

Dimensions relevantes en entornos educativos

Aclarados estos conceptos podemos empezar a pensar en las dimensiones de la tecnología que son especialmente relevantes en un entorno educativo. Algunas son muy obvias y no requieren mucha explicación: las aplicaciones deben tener la funcionalidad que necesitamos y deben ser suficientemente accesibles y fáciles de usar para no excluir a los usuarios con dificultades funcionales o poca experiencia informática.

El tipo de aplicación también puede ser importante: ¿Es un programa que se instala en el dispositivo? Esto puede complicar su despliegue (si debe instalarse y mantenerse en muchos dispositivos diferentes), pero una vez instalados no dependeremos de que todos los dispositivos tengan acceso a la red. Si por el contrario es una aplicación web a la que accedemos con cualquier navegador, no necesitamos instalar ningún software adicional, pero tendremos que garantizar una conexión estable a Internet con suficiente ancho de banda. También será necesario considerar dónde se envían los datos y bajo qué condiciones.

En relación con el punto anterior, en el caso de aplicaciones remotas siempre debemos considerar los Términos de Uso del servicio, y especialmente en el caso de servicios gratuitos que podemos estar pagando con nuestros datos personales: ¿qué tratamiento se hará de los datos que introducimos en la plataforma? ¿En qué condiciones se nos puede denegar el servicio o cancelarse nuestra cuenta?

 

En el contexto de la soberanía tecnológica, como veremos más adelante, es muy importante considerar la licencia del software, es decir, bajo qué condiciones legales recibimos el programa y qué podemos hacer una vez lo hemos recibido. Las licencias libres, conocidas también como “Open Source”, son las que permiten que todo el que recibe el programa lo pueda usar sin restricciones, lo pueda estudiar, modificar y pueda distribuir copias. Por contra, los programas privativos no permiten estudiar su funcionamiento ni distribuir copias, y a menudo imponen restricciones en su uso en función del contrato que tengamos o la licencia que hayamos pagado.

Otro factor importante a considerar es el de la interoperabilidad: ¿cómo de fácil o difícil será interconectar esta aplicación con otros programas o servicios que ya utilizamos? ¿Qué formatos usa la aplicación para guardar los ficheros? ¿Este formato lo pueden abrir otros programas?

Finalmente, tenemos que considerar las condiciones contractuales y económicas: ¿a quién estamos comprando el programa? ¿Se trata de una empresa local o una multinacional extranjera? ¿Es una empresa convencional o una entidad sin afán de lucro? ¿Cuál es el precio del programa o servicio? Hay que considerar también si hay costes ocultos, si se trata de un servicio que puede aumentar de precio en el futuro, si necesitaremos soporte o formación… En el caso de servicios o aplicaciones gratuitas es especialmente importante reflexionar sobre estos aspectos: ¿quién está pagando por este servicio? ¿Lo estamos pagando de forma indirecta porque incluye publicidad? ¿Es posible que una vez lo empecemos a usar necesitemos pasar a una modalidad de pago?

La soberanía tecnológica

Las dimensiones mencionadas anteriormente se pueden analizar de forma conjunta si consideramos el concepto de la soberanía tecnológica. La soberanía se define como la “cualidad del poder político de un estado o un organismo que no está sometido a ningún otro poder”. En el caso de la soberanía tecnológica, nos referimos a la capacidad de un colectivo o un individuo para disfrutar de una cierta tecnología (en general, pero normalmente aplicado a las TIC) sin depender de terceros.

Por “disfrutar” de una tecnología entendemos no solo utilizarla como herramienta por una tarea concreta, sino como punto intermedio en el desarrollo tecnológico. Ser soberanos sobre una tecnología implica por lo tanto la capacidad de modificarla para adaptarla a nuestras necesidades, combinarla con otras tecnologías, utilizarla para una finalidad diferente a la del diseño original, etcétera.

En este sentido, la soberanía tecnológica es una dimensión que es deseable maximizar, pero que a menudo se debe optimizar en relación a otros factores (disponibilidad, conocimientos, recursos disponibles, eficiencia, etcétera). Esta dimensión siempre es referida al uso de una tecnología concreta. A cada decisión que tomamos de forma individual o colectiva sobre el uso de una herramienta tecnológica podemos considerar en qué medida seremos soberanos sobre ella.

Un ejemplo de tecnología sobre la que nos podemos sentir soberanos es una bicicleta: no hay impedimentos legales para usarla como queramos, para repararla o modificarla, y para regalarla o venderla cuando ya no la necesitemos. Además, el conocimiento necesario para disfrutar plenamente de esta tecnología está disponible en varias fuentes sin restricciones, si queremos aprender. También podemos pedir a otro que nos la repare, y no tendremos problemas para encontrar todo tipos de empresas y entidades que nos puedan ofrecer este servicio.

Por contra, un patinete eléctrico no es en general una tecnología sobre la que seamos soberanos: no está diseñado para poderlo modificar o reparar, y tiene componentes electrónicos y de software que son privativos, es decir, que no se pueden estudiar, modificar o redistribuir legalmente. Además, a menudo su funcionamiento no estará muy documentado por el fabricante, lo cual hace todavía más difícil encontrar a alguien que lo pueda reparar o modificar, más allá del propio fabricante.

Por lo tanto, podemos decir que hay dos condiciones necesarias para poder considerarnos soberanos sobre una tecnología: poderla usar libremente sin restricciones, y tener acceso a toda la información necesaria para poderla replicar y modificar. En el caso del software, esto requiere el acceso al código fuente del programa y los derechos de autor pertinentes. En el caso del hardware, requiere acceso a los diseños o esquemas de fabricación.

La falta de soberanía en el uso de una tecnología determinada a menudo resulta en dependencias de un proveedor concreto. En el caso de plataformas educativas esta dependencia es colectiva, como institución, y también individual como docentes y alumnas. A menudo, además, esta dependencia que estamos trasladando a los alumnos tiene la agravante de que estos son menores de edad. A continuación mencionamos brevemente algunas de las dependencias más habituales que podemos encontrar respeto un proveedor en el caso concreto de las plataformas educativas.

Uno de los casos más habituales de dependencia lo encontramos en el uso de plataformas basadas en software privativo. En este caso el titular de los derechos sobre el software a menudo es el único proveedor. Cuando introducimos esta tecnología en una institución educativa pasamos a depender de este único proveedor en nuestro uso de la plataforma: cualquier cambio que queramos hacer a la plataforma, ya sea una nueva funcionalidad o resolver un problema existente, lo tiene que efectuar el titular de los derechos. Además, a menudo estas plataformas privativas ponen trabas a una eventual migración hacia otra plataforma.

Hay otras dependencias que se dan cuando un proveedor tiene una posición dominante en su sector, como por ejemplo los efectos de red vinculados a formatos de archivo privativos y carencia de interoperabilidad: si todo el mundo a nuestro alrededor usa una determinada plataforma que no es compatible con sus competidoras, es más fácil y barato a corto plazo usar esta misma plataforma.

Palancas de cambio

Tal como hemos visto, para evitar o revertir estas situaciones de dependencia hay que tener presentes los siguientes factores cuando consideramos una plataforma educativa:

Licencia del software. Solo las licencias de Software Libre, o Open Source, nos garantizan la libertad para utilizar el software, para estudiarlo, para modificarlo y para redistribuirlo.

Política de datos. Es necesario que consideramos siempre qué tratamiento se hará de los datos que producimos o introducimos en la plataforma, en qué condiciones podríamos perder el acceso, y en qué condiciones podemos recuperar y exportar esos datos.

Tipo de proveedoras. Hay que estudiar si los objetivos y las prioridades de un proveedor están alineados con los objetivos y las prioridades de nuestra entidad o institución. Siempre que sea posible nos conviene considerar proveedoras locales y de la economía social antes de que proveedoras multinacionales con ánimo de lucro.

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